La temporada final de El juego del calamar retoma la historia justo donde quedó. Todo comienza tras una fallida rebelión. Una revuelta liderada por Seong Gihun, aquel jugador sin rumbo ni futuro que se convirtió en un ganador a regañadientes y que ahora es un hombre completamente devastado por el trauma. Gihun vive atormentado por la culpa del superviviente, tras el trágico desenlace de la revuelta que lideró. Y que pagó a un alto precio. Entre esos sacrificios está la muerte de su amigo Jeongbae. Está demasiado roto para hablar, pero demasiado furioso como para rendirse.

Los juegos mortales se reanudan con la misma mecánica fría y despiadada de siempre, solo que esta vez son aún más letales, más grandiosos, y psicológicamente mucho más crueles. A lo largo de los seis episodios, la serie nos arrastra a un despiadado descenso al abismo moral. Los concursantes se dividen, se traicionan y se reinventan en arquetipos forjados por la pura desesperación por sobrevivir. Entre ellos encontramos a Junhee, embarazada y cada vez más vulnerable; a su exnovio Myeonggi, tan encantador como calculador, que se mantiene impredecible hasta el final; a Hyeonju, la concursante trans que lucha contra adversidades imposibles; y a Geumja, la madre anciana que aporta serenidad en medio del caos, aunque su decisión final resulte difícil de comprender para muchos. Y, por supuesto, en el centro de todo sigue estando Gihun, el alma de la serie. Pero ahora su rostro refleja un personaje más sombrío, más perdido y más dolido. Atrapado entre la venganza y la empatía, sigue cargando con el peso de tres temporadas, sin hallar respuesta a la gran pregunta que le persigue desde el principio: ¿todavía cree o puede creer en las personas?

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Squid Game Temporadas 1 y 2 son indispensables de ver para enfender al cien por cien la tercera y última temporada. Todo empezó en la primera, donde descubrimos esos juegos mortales en los que participan personas desesperadas, dispuestas a arriesgar la vida por dinero, porque creen que es su única salida. En el primer juego, “Luz roja, luz verde”, los concursantes comprenden al instante la gravedad de la situación. La tensión se dispara, y decenas de jugadores mueren en el mismo lugar. Pero justo cuando el espectador empieza a pensar que para ganar hay que ser un egoísta sin escrúpulos, llega el juego de la soga. Y en ese momento, los concursantes más débiles se unen y logran vencer a los más fuertes. Es el poder de la solidaridad, y queda grabado un mensaje claro: en este mundo nadie sobrevive solo. Al final, gana Seong Gihun, pero es una victoria amarga, marcada por el arrepentimiento y la culpa. Son esos sentimientos, junto con una profunda sensación de pérdida, los que lo empujan a volver a enfrentarse a los juegos. Así llegamos a la segunda temporada, donde la historia gira en torno a su búsqueda por desmantelar a los organizadores y acabar, de una vez por todas, con ese sistema mortal.

Más allá de las críticas, sean buenas o malas, y de las opiniones divididas, lo que está claro es que El juego del calamar deja una huella profunda. No solo catapultó el contenido coreano a una nueva era de éxito internacional, también nos recordó el poder de una buena historia, capaz de hacer reflexionar a millones y de demostrar que hay relatos con un valor universal, que trascienden barreras culturales y lingüísticas.