El primer automóvil que llegó a Corea fue el conocido como “Carruaje Real”, un vehículo importado desde Estados Unidos en 1903 con motivo del 40º aniversario de la entronización del emperador Gojong. Durante los años que rodearon la liberación del dominio colonial japonés en 1945, empezaron a surgir pequeños talleres dedicados a la reparación de autos importados y a la fabricación de piezas. Entre ellos se encontraba Hyundai Motor, que más adelante se fundaría oficialmente en 1967. El primer vehículo producido en Corea fue el Sibal, fabricado en 1955 a partir del desmontaje y ensamblaje de un jeep militar estadounidense, un hito que marcó el comienzo del sector automotriz nacional.

En 1962, el Gobierno lanzó una serie de planes para fomentar la industria automotriz. Esto dio paso a una etapa centrada en la importación y ensamblaje de piezas extranjeras. Sin embargo, este modelo pronto mostró sus limitaciones: los vehículos no estaban diseñados para las condiciones de las carreteras locales y presentaban frecuentes averías. Fue entonces cuando Hyundai Motor decidió dar un paso más ambicioso y fabricar sus propios automóviles. Aunque muchos expertos consideraban esta meta inalcanzable, la compañía coreana perseveró. Colaboró con un diseñador italiano para dar forma al proyecto que, en 1974, dio a luz al Pony, el primer modelo propio coreano.

El Pony llamó la atención mundial cuando se presentó en el Salón del Automóvil de Turín en 1974, evidenciando el potencial de la industria coreana. En diciembre de 1975 comenzó la producción en serie de este modelo, que al año siguiente representaba el 44% de las ventas de automóviles en Corea. En 1976, el país inició la exportación del Pony a lugares como Arabia Saudí y Ecuador, y para 1982 la producción acumulada había alcanzado las 300.000 unidades. Un paso decisivo llegó en 1985, cuando el Hyundai Excel entró con éxito en el mayor mercado automotriz del mundo, Estados Unidos, lo que elevó la industria coreana a un nuevo nivel de desarrollo y proyección internacional.

Desde la década de 1990, la industria automotriz coreana experimentó un rápido crecimiento, catapultada por la exportación masiva y el desarrollo tecnológico propio. En el siglo XXI, este sector vivió un nuevo impulso gracias a las críticas internacionales que destacaban la calidad, el rendimiento y la competitividad de sus vehículos. Además, los coches fabricados en Corea comenzaron a aparecer en películas de Hollywood, lo que incrementó el reconocimiento global de sus marcas y consolidó al país como una potencia automotriz mundial, sustentada en la innovación constante.