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Hapcheon: un viaje de ensueño

2019-11-07

Corea a Diario

© Getty Images Bank

Si pensamos en el condado de Hapcheon, al sur de la provincia de Gyeongsang del Sur, lo primero que recordamos es el Templo Haeinsa. Situado en la falda del monte Gaya, es un templo bonito como un lago de aguas mansas, y uno de los tres principales del país dedicado a las enseñanzas del budismo. Su origen se remonta a principios del siglo IX durante la época del reinado Silla, aunque ha sido restaurado y ampliado en numerosas ocasiones. La totalidad del templo fue declarada por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, y en particular destaca por ser “el hogar de la Tripitaka” coreana. Conocida en coreano como Palman Daejanggyoeng, dicho nombre alude a la colección más completa y precisa de los textos doctrinales budistas, y fue grabada entre los años 1237 y 1249 en más de 81.000 bloques de madera. Se dice que si colocaran en línea recta todas las tabillas, abarcarían una longitud total de 37,5 kilometros, y un peso 280 toneladas. 

El lugar que alberga la Tripitaka Coreana es Janggyeong Panjeon, un conjunto de edificaciones de madera que son una auténtica joya patrimonial. Construido en el siglo XV durante la dinastía Joseon con el objetivo de guardar los textos budistas, ha sobrevivido a tiempos bélicos permitiendo salvaguardar las tablas Palman Daejanggyoeng. Además, su avanzado diseño, que emplea métodos científicos de ventilación, anti-humedad y de mantenimiento de una temperatura adecuada, ha contribuido a la excelente conservación de las tabillas durante más de 500 años. Dado su alto valor histórico y cultural, tanto la Tripitaka Coreana como el complejo que lo alberga, Janggyeong Panjeon, fueron designados como tesoros nacionales de Corea del Sur. 


© Getty Images Bank

Tras explorar los encantos del templo Haeinsa, les sugiero dar un paseo por el camino Sori-gil, que conecta la entrada del templo con el Parque Nacional de Gayasan. Es un recorrido de 4 kilómetros que se extiende en un entorno de bosques salpicado de arroyos y riachuelos. Mientras caminan podrán escuchar los dulces sonidos de la naturaleza, y deleitarse con los bellos paisajes de otoño, que infunden tranquilidad a todo el trayecto. 

Y si los rayos de sol son más tenues, es el momento perfecto para visitar el monte Hwangmae, al suroeste de Hapcheon. Considerado como una de las principales montañas del condado, en primavera se convierte en el paraíso de las azaleas coreanas, que cubren el paisaje de rosa, mientras que en otoño destaca por el brillo plateado que irradian las colonias de eoksae (juncos asiáticos). La razón por la que crecen infinitos juncos en el monte Hwangmae es que desde antaño allí se criaban ovejas, dando lugar a un vasto prado. En tanto, ese paisaje de eoksae se extiende entre los 700 y 900 metros sobre el nivel del mar, pero el camino es fácil de subir, y además hay un acceso para vehículos que permite llegar hasta los 850 metros, para aquellos que no les gusta el senderismo o tienen algún otro impedimento para subir a pie. Caminar entre el mar de los juncos y contemplar cómo el atardecer los tiñe de dorado, sus sentidos se llevarán un recuerdo único e inolvidable del otoño de Corea. 

Por último, si deciden pasar una noche en Hapcheon, no pueden perderse una vista espectacular solo disponible a altas horas de la noche. Cada madrugada, el río Hwangang -que atraviesa el condado- se envuelve entre brumosas nieblas dando la sensación de estar en un cuento de hadas y dragones. A veces las nieblas incluso recorren las calles del pueblo, bañando todo el lugar con un halo de misterio. El paisaje es verdaderamente bello y maravilloso, digno de verlo en persona. 

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