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Esta semana comenzaron las negociaciones sobre el salario mínimo para el ejercicio 2022, sin embargo desde ya se anticipa una feroz la disputa entre la patronal, que sostiene que una subida abrupta supondrá una excesiva carga para el pequeño comercio, y los sindicatos, que abogan por la estabilidad salarial de los trabajadores con bajos ingresos.

Tras las significativas mejoras durante dos años, un 16,4% en 2018 y un 10,9% en 2019, el salario mínimo subió con mucha timidez en 2020 y 2021, ganando un 2,9% y un 1,5%, respectivamente. Dicho esto, a estas alturas parece inevitable un considerable aumento del salario mínimo, máxime ante las precarias condiciones de los trabajadores con bajos ingresos en tiempos de pandemia.

Aquellos que abogan por una notable subida del salario base afirman que ofrecer a los trabajadores un mínimo recurso de vida es también necesario para mantener saludable y dinámica la economía del país. No obstante, también resulta compleja la situación de los comerciantes que se han visto directamente afectados por la pandemia y las duras restricciones de las pautas sanitarias. Considerando a ambas posturas, está de más decir que las negociaciones son y serán complicadas, dado que un aumento brusco del salario mínimo agravará las dificultades de los comerciantes, mientras que un aumento reducido empeorará la precariedad de los trabajadores de bajos ingresos.

Por ahora, los sindicatos reclaman que el salario mínimo debe estar por encima de 10.000 wones por hora para garantizar unas condiciones decentes de vida a los trabajadores. Sin embargo, la patronal rechaza fuertemente la propuesta, afirmando que la realidad de los comerciantes es pésima, y que el salario mínimo real ya supera los 10.000 wones, incluyendo el pago de días no laborables.