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Historia

Yu Gwan Sun, sacrifica su vida en el movimiento independentista

2015-12-28

Yu Gwan Sun, sacrifica su vida en el movimiento independentista
El 1 de marzo de 1919 era sábado. Pasadas las 2 de la tarde, empezó a escucharse en las calles del centro de la capital a mucha gente gritando ‘manse’ que en español sería como ‘viva’. Yu Gwan Sun, era estudiante del primer año de la secundaria Ehwa y salió a la puerta principal de su escuela para curiosear que estaba pasando, y vio que cientos y miles de personas estaban saliendo a la calle gritando ‘viva la independencia de Corea’. Quiso unirse a este grupo pero el rector de la escuela, que era un extranjero, no dejó a que las chicas salieran del edificio pues su deber era protegerlas. Si bien la mayoría de las alumnas le hizo caso al rector, Yu Gwan Sun y sus amigas treparon la tapia y salieron a las calles a gritar por la liberación de Corea ante la colonización nipona, integrándose así al mayor movimiento independentista ocurrido el 1 de marzo, fecha previa a la ceremonia fúnebre del último emperador de Corea.

Corea perdió todos derechos como Estado tras firmar un acuerdo de anexión a Japón en contra de su voluntad, convirtiéndose así en colonia nipona. Desde entonces, todos los altos cargos del Gobierno fueron ocupados por invasores, reprimiendo a los coreanos todos sus derechos, inclusive a utilizar el idioma coreano, y forzaron a que las escuelas dictaran todas las clases en japonés. Los periódicos se publicaban en japonés, los niños tenían que aprender la historia y la cultura del país vecino, y los alimentos producidos en Corea eran vendidos al extranjero, mientras que los locales tenían que comprar comida importada de Japón a alto precio. El pueblo sufría pobreza y hambruna, y en esas circunstancias era imposible que el país progresara. En estos momentos tan difíciles, concretamente el 21 de enero de 1919 falleció repentinamente el rey Gojong, y empezaron a correr rumores de que había sido envenenado. Los coreanos ya no podían vivir bajo la represión de los nipones y decidieron aprovechar esta ocasión para luchar por la liberación.

Así, el primer día de marzo de ese mismo año, los 33 representantes de la liberación nacional proclamaron un juramento en una plaza céntrica de Seúl, y así comenzó la lucha por la independencia. Si bien fue una marcha pacífica, los policías japoneses arrestaron a todas las personas que participaron. Afortunadamente, Yu Gwan Sun pudo regresar sana y salva a la escuela en la marcha de ese día, pero no podía olvidar de esa experiencia, y empezó a tener esperanzas en que el país podría librarse de la opresión nipona si todos los ciudadanos se unían en esta marcha. Tras aquella primera lucha independentista vinieron otras más, pero los japoneses recurrieron a la violencia para frenar a los coreanos, y la situación se agravó hasta tal punto que las escuelas decidieron suspender las clases. Todos los alumnos debían regresar a sus casas.

Yu Gwan Sun también se vio obligada a volver a su casa, a Cheonan, en la provincia de Chungcheong del Norte. Nacida el 17 de noviembre de 1902, era la segunda de cinco hermanos y era tan inteligente que, ya desde pequeña, memorizó toda la Biblia. Una misionera extranjera que reconoció sus habilidades la ayudó para que pudiese estudiar en un internado en Seúl. Era la Escuela Ehwa, la primera institución de Corea dedicada exclusivamente a mujeres, establecida en 1886. Desde que regresó a su pueblo, Yu Gwan Sun empezó a dar a conocer a sus vecinos lo que estaba pasando en la capital, que la gente salía a protestar por la independencia, y también propuso organizar un movimiento en su región. Con el apoyo de la gente, el 1 de abril lideró una marcha pacífica por la liberación de Corea pero los japoneses frenaron a esta agrupación con disparos y cuchilladas. La joven Yu Gwan Sun fue gravemente herida, pero los policías la quisieron llevar a la cárcel de todas formas. Al no soltar la mano sus padres, los nipones dispararon contra ellos, dejando sin vida a ambos.

Días después, hubo un juicio contra Yu Gwan Sun y ella expresó ante los jueces nipones que le parecía totalmente injusto que los policías dispararan contra los ciudadanos sin armas, que se reunieron para desear pacíficamente la liberación de su patria. Pese a ello, fue condenada a 3 años de cárcel pero no dejó de gritar ‘viva Corea’ tras las rejas. Fue torturada incontables veces y murió el 14 de octubre de 1920, al no resistir más los maltratos de los japoneses, a la edad de 19 años.

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