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Tras las elecciones del domingo 21, la coalición formada por Liberal Democrático y el Partido Komeito, liderada por el primer ministro Shinzo Abe, logró la mayoría en la cámara alta japonesa.

Así es. En concreto, ambas formaciones aseguraron conjuntamente 71 de los 124 escaños que estaban en juego en estos comicios, logrando 141 asientos de los 248 que componen el Senado.

Pero, ¿acaso no gozaba ya esa coalición de mayoría en el Senado antes de las elecciones?

Exacto. Por tanto la victoria en los recientes comicios les permitirá mantener esa mayoría, que aunque no llega a los dos tercios requeridos para promover enmiendas legislativas de gran calado, como la reforma constitucional que Abe persigue desde hace años, sí revalida la trayectoria del actual gabinete de Tokio, y en cierto modo “respalda” estrategias como la ofensiva económica contra Corea del Sur. Sin duda las elecciones al Senado en Japón sirvieron para reconfirmar el liderazgo de Abe y lo más probable es que el resultado electoral sea aprovechado por el Gobierno japonés, al entenderlo como una manifestación del apoyo popular a su gestión administrativa, al tiempo de insistir en las políticas que defiende en estos momentos.

En otras palabras, no desistirá de tomar restricciones comerciales contra Corea del Sur que, considerando los antecedentes, no pueden ser clasificados más que como una represalia económica a los dictámenes emitidos en Seúl contra empresas japonesas que cometieron movilización forzosa y explotación de obreros durante el colonialismo, ¿no?

Eso parece. Sin embargo, tanta insistencia también podría interpretarse como una estrategia para superar la situación política a la que internamente se enfrenta el Gobierno de Abe. Una situación marcada por un cierto debilitamiento o desgaste del liderazgo de Shinzo Abe a medida que se acerca el término de su mandato, así como por factores adversos que inquietan o descontentan a la población, como la guerra comercial entre Estados Unidos y China, que podría tener un gran impacto tanto en la economía mundial como sobre la japonesa, o por la subida de impuestos sobre el consumo que llevó a cabo el país vecino en octubre, o los cambios en el sistema de pensiones. Ante este panorama, la estrategia del gabinete de Tokio podría decirse que sirve, o al menos busca, distraer la atención de los ciudadanos, al mantener la tensión contra un enemigo común externo: Corea.

¿Y cuál es la postura del Gobierno surcoreano?

Por lo pronto, se mantiene firme en contra de las restricciones a la exportación de Japón, pues pese a insistir por activa y por pasiva que busca una solución diplomática a este conflicto, parece no descartar la opción de adoptar mayores contramedidas si la situación se complica. Asimismo y en cuanto a la indemnización por daños por explotación laboral durante el periodo colonial, Presidencia destaca que al respecto priorizará siempre la voluntad de las víctimas y el sentimiento popular. Así que solo queda esperar acontecimientos y ver cómo se desenvuelven las cosas.