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Disminuye a la mitad del número de habitantes, con repercusión en la población activa, y de estudiantes y de ciudadanos en edad de ir al servicio militar. Así anticipa el Instituto de Investigación Económica de Corea la realidad demográfica del país de aquí a cuarenta años, en 2060. Una realidad que será el futuro de las generaciones jóvenes, los que ahora tienen menos de cuarenta años.

Los datos que respaldan esa previsión fueron publicados esta semana por el Ministerio de Interior, y muestran que la población surcoreana, según el número de ciudadanos inscritos en el Registro Civil, totalizó en 51.829.023 personas a finales de 2020, 20.838 menos que hace un año, registrando el primer descenso en número de habitantes en la historia contemporánea de Corea del Sur.

Concretamente, en 2020 el país sufrió por primera vez un declive natural de población, al disminuir la natalidad un 10,7% pero aumentar la mortandad un 3,1%. Lo más impactante fue el número de nacimientos, que tras mantenerse sobre el total anual de 400.000 niños durante quince años hasta 2017, cayó en apenas tres años hasta menos de 300.000 bebés. Sin embargo, la disminución de nacimientos no es algo inesperado, ante el continuo descenso de natalidad en Corea del Sur de los últimos años. Solo en 2020 la tasa global de fecundidad bajó de 0,9 a 0,84 niños por mujer, entre el primer trimestre y los dos siguientes, marcando el menor nivel en la historia del país y el más bajo del mundo. La diferencia es abismal respecto al promedio mundial de 2,4 niños por mujer y al promedio de naciones de la Unión Europea, de 1,59 bebés por mujer.

Lo peor es que la situación no tiene visos de mejora, y menos en los próximos años debido a causa del COVID-19, y su impacto se dejará sentir en la economía, el empleo, y en las actividades diarias de los ciudadanos, pues tan difícil realidad obligará a muchos a postergar o renunciar a casarse, así como a tener hijos, sobre todo a los jóvenes. Por supuesto, también influyen los cambios en la mentalidad de las personas respecto a las relaciones humanas, al matrimonio, a la familia y a los hijos, que se acelerarán más con los nuevos estilos de vida, y el nuevo entorno social y laboral derivado de la pandemia.

Así, la mayoría opina que las políticas gubernamentales para fomentar la natalidad, que se centran en subvenciones en metálico u otras ayudas financieras a la maternidad o al cuidado de los hijos, no son suficientes, pues para motivar a la población a tener hijos hace falta reorientar las medidas y no solo ofrecer apoyo material, sino también institucional, para mejorar la calidad de vida de todos, desde niños y jóvenes, hasta mujeres, padres y jubilados.