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Tras mantenerse al alza durante varios meses, el índice general de la Bolsa surcoreana, el KOSPI, superó los 3.000 puntos en los albores de 2021 por primera vez en la historia durante la jornada del miércoles 6, aunque al terminar las transacciones bajó sutilmente y cerró el día en 2.990,57 puntos. Sin embargo, el día 7 volvió a subir, hasta finalizar operaciones en 3.031,68 unidades.

El KOSPI logró superar la línea de los 3.000 puntos tres años y cinco meses después de llegar a los 2.000 puntos el 25 de julio de 2007. Dicha subida es especialmente notoria pues se dio tras un preocupante descenso ante el impacto económico de la pandemia del COVID-19, que hundió el KOSPI hasta 1.457 puntos el 19 de marzo de 2020, nivel desde el que la Bolsa surcoreana empezó a resurgir gracias a la agresiva inversión particular, que se impuso a la salida de los extranjeros y las instituciones.

El ascenso del KOSPI hasta por encima de 3.000 unidades tiene dos principales implicaciones.

Primero, permite a los inversores tener confianza en que la economía surcoreana es lo suficientemente sólida como para superar la crisis del coronavirus. Durante mucho tiempo la Bolsa surcoreana fue subvalorada respecto a la magnitud y la capacidad económicas de Corea. Principalmente, dicho análisis contemplaba factores no tanto relacionados con el rendimiento de la economía surcoreana, sino derivados de problemas estructurales como la transparencia empresarial y el sistema del mercado bursátil, o de riesgos geopolíticos, como la inestabilidad derivada de la tensión intercoreana. Dicho esto, la opinión generalizada a estas alturas es que aunque esos problemas no están del todo resueltos, ha habido sendos avances, y ese progreso aunque limitado, apuntala firmemente la subida del KOSPI.

Segundo, el reciente aumento refleja el impulso de los particulares como inversores, que cumplen un papel de liderazgo, debilitando en gran medida la influencia de los extranjeros y las instituciones, de quienes antes dependía casi enteramente la Bolsa surcoreana. Al respecto, los analistas explican que los particulares aprendieron tanto de la crisis cambiaria de 1997 como de la crisis financiera global de 2008, que una brusca caída de las acciones es casi siempre sucedida por un fuerte repunte.

Ahora las previsiones apuntan al potencial de los particulares, pues sin detenerse con el impulso que dieron al KOSPI, podrán seguir catapultando la Bolsa. Los pronósticos son por ahora bastante optimistas y estiman que dicho índice podrá situarse establemente en niveles superiores a 3.000 puntos.

Dos nuevos factores de incertidumbre son, sin embargo, el aumento de la distancia entre la economía real y financiera, y la actividad económica, actualmente congelada por el riguroso control del COVID-19. También preocupan las “inversiones con dinero prestado”, que si bien no representan un problema cuando la Bolsa está al alza, pueden provocar pérdidas irrecuperables en caso de desplome.