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El presidente Yoon Suk Yeol compareció el día 16 por primera vez en la Asamblea Nacional y ofreció un discurso, solicitando más que nada la cooperación del Legislativo para una pronta aprobación y ejecución del nuevo presupuesto complementario para repartir subvenciones a empresarios individuales y a micro y pequeños comerciantes, afectados por la pandemia y las medidas preventivas gubernamentales.

Ante el Parlamento, el mandatario declaró que la economía popular atraviesa momentos difíciles, enfatizando que es el deber del Estado ayudar al comercio cuya subsitencia peligra.

Sostuvo que la realidad actual del país no puede ser descrita más que como crítica, considerando los retos a los que enfrenta la economía tanto nacional como mundial, las amenazas norcoreanas y los conflictos en marcha en distintas partes del planeta.

Ciertamente, el Ejecutivo de Yoon se inauguró en un entorno complejo, marcado no solo por la pandemia que aún no se acaba y sus consecuencias, sino también otros desafíos como la inflación global, los atascos en la red de suministros y la rivalidad entre Estados Unidos y China.

Además está la guerra ruso-ucraniana que continúa, mientras que la propagación del COVID-19 en Corea del Norte supone un nuevo motivo de preocupación e internamente quedan pendiente varias tareas de reforma.

En este contexto, el mandatario anunció en su discurso la participación de Corea del Sur en el Marco Económico del Indo-Pacífico liderado por Estados Unidos y el plan de enviar ayuda sanitaria a Corea del Norte, al tiempo de recalcar la urgencia de completar las aún inconclusas reformas en el ámbito educativo y laboral, así como del sistema de pensiones.

Sin embargo, la situación política nacional no le favorece, pues es feroz el tira y afloja entre oficialismo y oposición, pese a que sobre los temas aludidos por el presidente sus opiniones poco difieren. Esto tiene que ver hasta un cierto punto con la inminencia de las elecciones regionales, ante las cuales cada bando está empecinado solamente en superar al otro en el actual esquema de rivalidad: los oficialistas porque vaticinan que la derrota electoral dificultará la gestión del Estado por parte del presidente Yoon Suk Yeol y los opositores porque temen a ser marginados del núcleo de poder si pierden también las elecciones regionales después de las presidenciales.