Malala Yousafzai, la adolescente paquistaní atacada por los talibanes por defender el derecho de las niñas a recibir educación, asistió a su primer día de clases en el Reino Unido. En octubre del año pasado, la joven de 15 años recibió un disparo en la cabeza, cuando viajaba en un autobús escolar en su país para dirigirse a la escuela. Los cirujanos paquistaníes extrajeron la bala de su cabeza y luego la trasladaron al país europeo, donde le implantaron una placa de titanio y un dispositivo auditivo en el Hospital Reina Isabel de la ciudad de Birmingham. Malala describió su primera jornada en una escuela secundaria en esa ciudad como “el día más importante de su vida”. Dijo estar feliz por poder volver al colegio, y deseó que todos los niños en el mundo puedan ir a la escuela como ella porque es su derecho básico.
Esa convicción suya fue la que le llevó a denunciar al mundo en 2009, a través de su blog personal en el sitio web del canal británico BBC, que los talibanes habían clausurado la escuela a la que ella asistía. Tras conocerse su historia, los talibanes lanzaron amenazas no solo contra Malala sino también contra su padre. El atentado terrorista la ha convertido en un símbolo de la lucha por el acceso de las niñas a la escolarización a nivel mundial, y miles de personas han firmado una petición para que ella sea nominada al premio Nobel de la Paz.