Mientras Japón intenta inscribir la antigua mina de oro Sado Kinzann en la lista del Patrimonio Universal de la Unesco, un portavoz de la prefectura de Niigata, donde se ubica esa explotación minera, confirmó en una entrevista con KBS que no valora incluir información alguna sobre la explotación laboral que tuvo lugar en dicho yacimiento durante el colonialismo japonés. 

El funcionario que ofreció la entrevista explicó que, al ser un asunto de carácter diplomático, no es competencia de la prefectura de Niigata hacer comentarios, pues el Gobierno japonés será el encargado de decidir al respecto. 

El tema vino a colación porque el martes 28 la Agencia de Asuntos Culturales de Japón presentó una solicitud para incluir la mina Sado como candidata a formar parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO.

No obstante, dicha iniciativa podría aumentar aún más el distanciamiento actual entre Corea del Sur y Japón, pues dicho yacimiento minero fue uno de los escenarios de la explotación laboral perpetrada por Japón durante la Segunda Guerra Mundial.

Según los registros, Japón envió forzosamente a unos 1.200 coreanos a esas instalaciones mineras para extraer materiales como cobre, hierro y zinc, que se convirtieron en bienes estratégicos durante la guerra.

Además, aumenta la preocupación por si Japón vuelve a omitir esa información, tal como hizo con los sitios industriales de la era Meiji, incluidos en la Lista del Patrimonio Mundial en 2015, pese a que se comprometió de antemano a incluir ese oscuro apartado de su historia en las explicaciones sobre dicho lugar. 

Una vez presentada la solicitud ante la Unesco, la ONU decidirá sobre la propuesta de Japón en 2023, tras deliberar con el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, entidad a cargo de valorar las solicitudes de inscripción en la Lista de Patrimonio Mundial.

Al conocer la iniciativa, el Ministerio de Exteriores citó al ministro plenipotenciario de la Embajada de Japón en Seúl para exigir la retirada de la propuesta.