ⓒ YEOWON MEDIA HANKOOK GARDNER CO. LTD

Hace muchos pero muchos años, vivía una pareja de ancianos. Eran muy pobres, pero se querían mucho y eran felices. Tenían por vecino a un viejo egoísta y de mal carácter que siempre se acercaba a la casa de los ancianos la hora de la comida.

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Al día siguiente, el anciano fue a la montaña a hacer leña. El anciano recogió leños y ramas y estaba por subirse el cargador de leña a los hombros cuando escuchó un hermoso gorjeo. Tanto le gustó el canto que siguió al pájaro y se quedó escuchándolo. 

En las inmediaciones, el anciano scubrió un pequeño manantial.

“¡Qué bien! Ya tenía sed. Me refrescaré la garganta”, se dijo.

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Preocupada por la tardanza de su marido, la anciana comenzó a subir a tientas por el sendero de montaña. Un rato después divisó la figura de un hombre cargando leña en la espalda. No había duda de que era su marido. Caminando uno junto al otro, el matrimonio bajó del monte.

Cuando llegaron a la casa y encendieron la luz, la anciana lanzó un grito:

-¡¿Pero quién es usted?!

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Al escrutar su rostro, la anciana descubrió que era su marido, pero con el aspecto que tenía de joven. El anciano le contó todo lo que le había pasado en el monte y al día siguiente la llevó de la mano hasta el manantial que había encontrado el día anterior.

-Este es el agua del que te hablé ayer. Ven, bebe un poco. 

La anciana le hizo caso a su marido y bebió un sorbo. 

-¡Mírame! ¡Me he vuelto joven como tú!

-¡Sí, te has vuelto joven y hermosa como cuando te conocí!

La pareja se abrazó y bailó de contento.

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Esa noche estaban por comer cuando apareció el vecino, quien casi se cae de espaldas del susto cuando los vio. El anciano le explicó con lujo de detalles lo que les había ocurrido. 

Al día siguiente, apenas cantó el gallo, el vecino fue al monte y bebió el agua del manantial a borbotones.

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Preocupados porque el vecino no aparecía a pesar de que había oscurecido, el matrimonio se internó en el monte. Cuando llegaron al manantial, no vieron al vecino por ningún lado, pero sí a un bebé que lloraba desconsoladamente. En efecto, llevado por la codicia de volverse joven, el vecino había tomado demasiada agua de manantial.

El matrimonio de ancianos vueltos jóvenes crió con amor a su vecino convertido en bebé y este creció, no como el viejo egoísta y de mal carácter que había sido, sino como un joven bueno y generoso.