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Corea del Norte ha admitido por primera vez ante Naciones Unidas que sufre crisis alimentaria, escasez de vacunas contra COVID-19, y déficit energético. Es más, al presentar datos sobre los alimentos que precisa, y de los daños provocados por las medidas de prevención contra la pandemia y otros desastres naturales, Pyongyang reconoció que se encuentra en una situación grave.

La “confesión” llegó a través de Pyongyang mediante la Revisión Nacional Voluntaria sobre avances en los objetivos de desarrollo sostenible, documento que inusualmente presentó ante la ONU, donde especifica las graves dificultades por lograr su objetivo de producir siete millones de toneladas de granos, y destaca que en 2018 su producción de cereales cayó al mínimo histórico de 4.950.000 toneladas. 

Los datos que expone concuerdan con los de la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, que estima en unos 5,6 millones de toneladas la producción de grados de Corea del Norte en 2021, lo que permite calcular que el Norte precisa 1,1 millones de toneladas de alimentos del exterior, un volumen similar al del último lustro, que podrían ser unas 860.000 toneladas de concretarse las importaciones que planea realizar.

Previamente, en junio, durante la reunión plenaria del Comité Central del Partido de los Trabajadores, el dirigente norcoreano Kim Jong Un reconoció la existencia de una crisis alimentaria a consecuencia de los daños causados por tifones durante el verano. Su comentario fue relevante al ser el primero de un líder del régimen de Pyongyang admitiendo dificultades por parte de Corea del Norte en materia alimentaria. Además de resaltar la precariedad de la situación actual de su país, que  no solo sufre escasez de alimentos, sino también problemas sanitarios, falta de agua potable y de suministro eléctrico, además de limitado acceso a la vacuna contra COVID-19.