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El 20 de enero se cumplieron dos años del primer caso de COVID-19 detectado en Corea del Sur, cuando una viajera de nacionalidad china procedente Wuhan, días después de su llegada dio positivo al coronavirus. Desde entonces el país ha superado un total de 700.000 contagios y acumula unas 6.500 muertes por dicha enfermedad.

En Corea hubo varios momentos críticos en la evolución de la pandemia. El primero fue la propagación en la zona de Daegu-Gyeongsang del Norte y en torno a una secta religiosa con sede en dicha área. Este caso es conocido como la “primera ola de contagios” y se apaciguó después de aproximadamente dos meses. La “segunda ola” surgió en agosto, a partir de unas manifestaciones multitudinarias convocadas sobre el 15 de agosto en el centro de Seúl, cuando el número de contagios osciló entre 200 y 400 diarios. La “tercera ola”, en tanto, comenzó a mediados de noviembre de 2020 y duró unos tres meses, elevando el volumen de casos diarios de COVID-19 por encima de mil. Entonces, los enfermos graves superaron los 400, amenazando la operativa del sistema nacional de atención médica. Finalmente está la “cuarta ola”, la que prevalece actualmente desde julio de 2021, aunque a estas alturas parece no tener sentido hablar de olas, pues los contagios se han disparado exponencialmente y siguen en volúmenes de cuatro dígitos. Para colmo, está la amenaza de la variante ómicron, que acelera en gran medida el ritmo de propagación.

Para frenar la pandemia, el Gobierno surcoreano adoptó diversas medidas e impuso fuertes restricciones, limitando el horario de apertura de instalaciones de uso público y las reuniones privadas entre ciudadanos. También activó una campaña nacional de vacunación. Las pautas parecían tener efecto en un principio, por eso las autoridades sanitarias relajaron significativamente las restricciones en noviembre de 2021, aunque esa decisión resultó ser no tan certera, pues casi inmediatamente el número de contagios aumentó bruscamente. Entonces reforzaron de nuevo las pautas preventivas, aumentando la inquietud, y más actualmente, justo antes de las fiestas del Año Nuevo Lunar, época en la que proliferan los desplazamientos ciudadanos y se dispara el contacto entre las presonas por las reuniones familiares por festividades. Pese a todo, la ágil administración de una dosis de refuerzo de la vacuna y el uso del tratamiento oral contra el COVID-19 arrojan una luz de esperanza, al menos para paliar el número de ingresos hospitalarios y de víctimas mortales.