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Con la elección de Yoon Seok Youl como presidente de Corea del Sur y el inminente cambio de tinte gubernamental, de uno progresista a otro convervador, se especula que el hielo intercoreano persistirá, máxime al contrastar el principio de “paz secundada por la fuerza” que defiende Yoon con el objetivo de Kim Jong Un de reforzar el poder de autodefensa. 

En realidad, ya en campaña, el presidente electo surcoreano dio a entender que mantendría una postura firme respecto a Corea del Norte, exigiendo que el régimen de Pyongyang adopte primero medidas concretas sobre desnuclearización, y anticipando una ampliación del sistema antimisiles THAAD de Estados Unidos en territorio surcoreano. Aunque considerando la polémica que podría generar el nuevo Ejecutivo quizá descarte ampliar el THAAD, es probable que aumente la fuerza de disuasión nuclear contra Corea del Norte, por ejemplo mediante la normalización de maniobras conjuntas de tropas surcoreanas y estadounidenses. 

Es más, algunos expertos vaticinan una carrera armamentística más intensa entre las dos Coreas tras la llegada de Yoon, cuya estrategia se centrará seguramente en impedir que las amenazas de Pyongyang se traduzcan en acciones concretas, en sintonía con el reciente anuncio de retirar la moratoria sobre ensayos nucleares y de misiles balísticos intercontinentales. Un factor determinante será el tira y afloja entre el nuevo presidente surcoreano y el líder norcoreano, aunque se desconoce por  cuánto tiempo prevalecerá la tensión. Así, la tarea prioritaria del presidente electo será analizar bien los cambios de actitud en la cúpula de Corea del Norte, y especialmente de Kim Jong Un.

Otro tema importante para la diplomacia surcoreana es la relación con Japón, actualmente estancada por una serie de problemas altamente susceptibles, como los relacionados con el pasado histórico y las restricciones comerciales de Tokio sobre las exportaciones a Corea del Sur. Al respecto, Yoon adelantó que se esforzará por superar las diferencias, aunque las previsiones no le favorecen, y menos con la inclinación cada vez más derechista que muestra el partido gobernante de Japón, el Liberal Democrático, de cara a las elecciones del Senado a celebrarse en julio.