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El presidente estadounidense Donald Trump anunció el día 5 que la segunda cumbre con el presidente de la Comisión de Asuntos Estatales de Corea del Norte, Kim Jong Un, se celebrará los días 27 y 28 de febrero en Vietnam, destacando que aunque quedan pendientes muchas tareas, mantiene buenas relaciones con el líder norcoreano. Sin embargo, no especificó la ciudad en la que tendrá lugar el encuentro, mientras fuentes internacionales estiman que las candidatas más posibles son Hanói, donde se ubica la Embajada de Corea del Norte, y Da Nang, que prefiere Washington por las óptimas condiciones de seguridad que presenta. Los analistas, por lo pronto, votan más por Da Nang como sede de la reunión entre Trump y Kim Jong Un.

Por lo que concierne a la cumbre en sí, se vaticina que los líderes permanecerán al menos dos días en Vietnam y se encontrarán como mínimo dos veces para hablar sobre temas decisivos en el proceso de desnuclearización -que han sido y son todavía motivo de desacuerdo- como por ejemplo el orden de la ejecución de tareas concretas de desmantelamiento nuclear por parte de Pyongyang y el otorgamiento de compensaciones por parte de la administración de Washington. Al respecto, una propuesta que llama la atención es la del representante especial del Departamento de Estado estadounidense para políticas hacia Corea del Norte, Stephen Biegun, conocida como “hoja de ruta multifase”. Conforme a esta, Corea del Norte procedería por etapas, primero, a desmantelar las plantas de enriquecimiento de uranio y de plutonio en Yongbyon; luego, tanto a presentar una declaración completa de sus programas e instalaciones nucleares, como a aceptar la verificación y la inspección internacional sobre lo declarado; y finalmente a destruir todo material fisionable o armas relacionadas, así como a eliminar sus misiles, plataformas de lanzamiento y cualquier otra arma de destrucción masiva. Estados Unidos, por su  lado, adoptaría a cambio y como medidas compensatorias acciones específicas para mejorar la confianza y las relaciones entre ambos países, tales como arraigar un sistema de paz perpetua en la península coreana y promover en el momento apropiado la inversión internacional en Corea del Norte. Más detalladamente, se alude como medidas concretas a la instalación de una oficina de enlace entre Pyongyang y Washington, a la reanudación del Complejo Industrial de Gaesong y el turismo al monte Geumgang, a declarar el fin oficial de la Guerra de Corea y al debate para la firma de un tratado de paz.

Es importante recordar aquí que la primera cumbre entre Trump y Kim Jong Un culminó con la emisión de una declaración conjunta que se refirió en un sentido genérico a la mejora de las relaciones entre Corea del Norte y Estados Unidos, la paz y la completa desnuclearización de la península coreana. Así, fue un acontecimiento más bien simbólico, pese a ser criticado como una reunión sin contenido. Y estos antecedentes son justamente los que ponen una mayor presión sobre el régimen de Pyongyang y la administración de Washington, que sienten que esta vez sí o sí deben establecer un acuerdo más real y pormenorizado. Factor que desde luego no es del todo negativo, pues a veces el estrés y la presión son una estimulación para la creatividad y la eficiencia.