El presidente del Partido de los Trabajadores y número uno de facto de Corea del Norte, Kim Jong Un, realizó una visita a China entre el 25 y el 28 de marzo. El viaje tomó por sorpresa a todos sus vecinos, entre quienes el análisis generalizado es que se trata de un movimiento del régimen de Pyongyang para lisar las asperezas con China, de cara a las cumbres que celebrará con Corea del Sur en abril y con Estados Unidos en mayo. Así, la nueva variable en el panorama en torno a la península coreana es indudablemente el deshielo entre Corea del Norte y China.
El viaje de Kim Jong Un fue confirmado con cierto retraso, al divulgar información relacionada los medios norcoreanos y chinos el 28 de marzo, día en que finalizó la visita. Difundieron que Kim Jong Un había ido a Beijing a invitación del presidente chino Xi Jinping. Detallaron que el dirigente norcoreano ofreció una explicación sobre cómo acordó con Corea del Sur y con Estados Unidos organizar reuniones cumbre, además de manifestar que sí está dispuesto a desnuclearizarse, si es que sus esfuerzos son correspondidos por medidas compensatorias graduales para lograr la paz en la península coreana.
Ante el inesperado viaje de Kim Jong Un a China, Corea del Sur y Estados Unidos reaccionaron positivamente pero con cierta cautela. La administración de Seúl, por ejemplo, declaró ver con satisfacción la visita del líder norcoreano a Beijing y que espera que el resultado de ese viaje contribuya, tanto a la desnuclearización, como a la paz de la península coreana. Washington, mientras tanto, expuso a través de una intervención de la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, que trata de ver la situación con optimismo y que siente que todo marcha hacia la dirección correcta, además de que la estrategia de la presión y las sanciones están dando frutos.
La perspectiva de los analistas, por otra parte, es que el viaje de Kim Jong Un fue posible porque coincidieron los intereses de Corea del Norte y China: una Corea del Norte que al parecer tiene la necesidad de estar respaldado por una potencia como China, para conversar y negociar con Corea del Sur y Estados Unidos; y una China, que en las últimas semanas debió intuir que puede quedarse al margen mientras el diálogo se activa entre las dos Coreas y Estados Unidos. Y lo que a estas alturas se pronostica es que para cuando se organice la cumbre intercoreana en abril y se reúnan el presidente estadounidense Donald Trump y Kim Jong Un en mayo, volverá a formarse el “marco de juego” que hubo en el pasado: Corea del Sur-Estados Unidos versus Corea del Norte-China.