Existe un barrio en Seúl, alejado del centro de la ciudad, donde tanto los coreanos nostálgicos del pasado, como los extranjeros deseosos de descubrir aspectos menos conocidos de Seúl transitan a sus anchas: las callejuelas de Seochon.
Su nombre significa “barrio del oeste”, porque se encuentra al oeste del palacio Gyeongbokgung. Desde antaño era la zona de residencia de muchos hombres de letras. Lo primero que encontramos son las casas tradicionales de Tongeui-dong. Algunas de sus callejuelas son tan angostas que apenas tienen dos metros de ancho. Las casas tradicionales a ambos lados conservan su belleza tradicional y están rodeadas de muros que no superan la altura de una persona; y las puertas son tan bajas que hay que agachar la cabeza para entrar. Como un laberinto, resulta grato transitar por estas callejuelas que dan otras callecitas todavía más estrechas, por las que apenas cabe una persona. Pero al internarnos en ellas, toparemos con bonitos murales de color pastel y diseños atrayentes. Algunas casas tradicionales lucen cuadros en las paredes y exhiben escaparates con bellos objetos artesanales, pues muchos artistas han abierto atelieres y galerías de arte en la zona. Por solo 35.000 wones, uno puede pasar la noche en estas casas tradicionales y, si tiene suerte, puede asistir a un concierto o disfrutar algunas exposiciones gratuitas. Pero en Seochon hay un lugar de visita obligada: se trata de la casa de Yi Sang, un escritor vanguardista de principios del siglo XX y autor del relato “Alas”, uno de los grandes hitos de la literatura coreana. Por fuera es toda de vidrio, pero por dentro permite apreciar el típico entramado de tejas de las casas tradicionales. Se ve que las paredes fueron preservadas, pues conservan antiguas capas de pintura y empapelado. En tanto, una de las paredes está llena de libros sobre el escritor, y también hay mesas y sillas para que los visitantes puedan descansar. A primera vista, más que un museo parece una cafetería. Un dato curioso es que la Casa Museo de Yi Sang se administra gracias a las donaciones de los visitantes; pero si uno da más de 1.000 mil wones, el café es gratis.