La nueva ley de chips, avalada recientemente por el presidente Joe Biden, tiene como eje central ofrecer grandes beneficios a empresas de semiconductores que inviertan en Estados Unidos. Sin embargo, al limitar las inversiones en China, es considerada como parte de la campaña que despliega Washington para contrarrestar la influencia económica y tecnológica del gigante asiático.
Para Corea del Sur, dicha ley puede ser -según los analistas- un "arma de doble filo", ya que las principales empresas de su sector de chips hacen negocios tanto en Estados Unidos como en China.
Samsung Electrónica y SK Hynix, por ejemplo, se verán favorecidas en gran medida gracias a los planes que ya anunciaron para construir fábricas de semiconductores en Estados Unidos. Concretamente, Samsung establecerá una planta en Texas y por ello disfrutará de una reducción tributaria de más de 1,3 billones de wones.
Sin embargo, debido a que la nueva ley de Estados Unidos limita durante diez años las inversiones en China por parte de las empresas beneficiadas, es posible que las citadas firmas surcoreanas atraviesen dificultades para ampliar sus fábricas de chips en ese país asiático. Encima, Washington valora imponer restricciones a la exportación hacia China de equipos relacionados con fabricación de semiconductores, lo que podría agravar incluso más la presión que sienten las empresas surcoreanas.