El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el número uno de facto de Corea del Norte, Kim Jong Un, se reunieron el 12 de junio en el hotel Capella en la isla Sentosa en Singapur en una cumbre histórica a la que muchos se refirieron como el encuentro del siglo. Una reunión que culminó en una declaración conjunta, con la que Corea del Norte y Estados Unidos dieron el primer paso para poner fin a una historia de 70 años marcada por las hostilidades y el antagonismo, en aras a forjar una nueva relación de confianza y acabar la escalada de guerra fría que persiste en la península coreana.
En concreto, la declaración conjunta firmada por Trump y Kim Jong Un consta de cuatro cláusulas: renovar las relaciones norcoreano-estadounidenses, hacer esfuerzos para consolidar la paz, desnuclearizar a la península coreana y repatriar los restos de prisioneros de guerra y desaparecidos que permanecen en Corea del Norte.
Así, básicamente Corea del Norte y Estados Unidos hicieron un canje, al prometer el primero una completa desnuclearización y el último ofrecer las garantías de seguridad de continuidad para su régimen a cambio. Sin embargo, en la declaración conjunta no fue incluida la frase “desnuclearización completa, verificable e irreversible” en la que Washington tanto ha venido insistiendo. El presidente Donald Trump explicó al respecto que el líder de Corea del Norte se comprometió a cerrar el centro de ensayos de motores para misiles, pasando de este modo el debate sobre los detalles del desmantelamiento nuclear a negociaciones posteriores entre Pyongyang y Washington. De hecho, los mandatarios acordaron organizar lo antes posible conversaciones entre el secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo y las autoridades norcoreanas para dar seguimiento a la declaración conjunta; y lo más factible es que en estas consultas se defina el calendario específico para el desmantelamiento de los programas nucleares norcoreanos, así como los métodos a usar, el alcance y la verificación de las tareas realizadas.
La cumbre entre Corea del Norte y Estados Unidos marca el punto de partida de un recorrido para arraigar la paz en la península coreana, el último rincón del planeta donde prevalece la guerra fría. Por supuesto, el resultado de la cumbre puede ser visto como insuficiente en muchos sentidos, sobre todo porque relegó a negociaciones posteriores la decisión sobre los detalles relacionados a cómo concretar la desnuclearización norcoreana. Sin embargo y aún así, el mero hecho de que los líderes de Corea del Norte y Estados Unidos se sentaran a conversar cara a cara guarda un enorme significado. Es más, el primer paso ya se dio y se podría decir que un largo proceso ha empezado, para terminar de una vez la guerra y arraigar la paz en la península coreana.